Notas

Entregan restaurada la Misión Jesuita de Ónavas, Sonora

Hace más de seis años un torrente originado por el huracán Hernán afectó uno de los templos más antiguos de Sonora, el dedicado a San Ignacio de Loyola en Ónavas. Tras un arduo trabajo de restauración que incorporó a gente de esta comunidad del sureste del estado, la construcción de inicios del siglo XVII fue entregada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

El 31 de julio de 2008, un estruendo advirtió a los pobladores de Ónavas que la misión jesuita había resultado perjudicada por la tormenta. El muro norte y la viguería de la vieja capilla se vencieron y las esculturas de San Francisco Javier y un Cristo Rey yacían maltrechas entre los escombros, lo que motivó el aviso a la delegación del INAH en Sonora.

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Martha Robles Baldenegro fue la arquitecta designada por el centro de trabajo para coordinar las labores de restauración. Luego de analizar los daños se elaboró un proyecto de intervención que contó además con el apoyo de pasantes de arquitectura de la Universidad de Sonora, gracias a un acuerdo entre el INAH y la Unison.

La experta refirió que el muro de adobe de un metro de ancho se desplomó y la fuerza atrajo también la cubierta de la capilla hecha con vigas de madera y un entablerado de caña de pitahaya, por lo que en sí, quedó seccionada en dos.

Los pobladores de Ónavas se recuperaron del fuerte golpe a su lugar de culto y un buen número se inscribió en el Programa de Empleo Temporal —que mantienen el INAH y la Secretaría de Desarrollo Social— para rescatar su patrimonio. Alrededor de 80 personas, de aproximadamente 300 habitantes, participaron activamente desde 2009.

La intervención de la capilla de la Misión de San Ignacio de Loyola estuvo basada en la recuperación de técnicas y materiales propios de la región, aquellos con los que fue edificada originalmente. La misma tierra del muro y del techo que se vinieron abajo, fue usada para hacer los adobes con que se reintegró la pared norte.

Los participantes del PET ayudaron a cortar la pitahaya que se necesitaba para la restitución del entablerado y la madera restante se trajo de un municipio próximo. Para las fachadas se utilizó pintura a la cal con baba de nopal, que permite mayor adherencia en la superficie.

Resaltó que el trabajo motivó sobre todo a las mujeres a volver a utilizar estas técnicas en sus propias casas, por lo que de algún modo la recuperación de la capilla replicará en la localidad. Además de la entrega oficial del inmueble que se realizó el 21 de febrero, fueron reincorporados algunos bienes muebles que habían sido dañados, entre ellos las esculturas de San Francisco Javier y Cristo Rey, así como una cómoda de madera del siglo XIX.

Un hallazgo interesante fue un ara de mármol blanco que hace referencia (de acuerdo con una inscripción en latín) a la consagración del altar principal el 24 de noviembre de 1900 por parte del entonces obispo Herculano López de la Mora, personaje reconocido por su labor pastoral en Sonora.

De esta manera, también a través de trabajos arqueológicos, se ha recuperado información de los antecedentes arquitectónicos de la misión jesuita y aspectos de su historia como la citada piedra consagrada.

La relevancia histórica de la Misión de San Ignacio de Loyola recae en que es uno de los conjuntos misionales (integrado además por una torre campanario y un templo anexo) construidos en el siglo XVII por el jesuita Diego de Vandersipe, con bloques de adobe de tierra, tabique, viguería y piedra cantera.

En la ceremonia que se efectuó hace unos días y a la que asistieron autoridades locales, estatales y federales, universitarias y la propia comunidad, se realizaron un par de talleres, uno infantil y otro de conservación de bienes muebles del patrimonio cultural en recintos religiosos. Asimismo, se montó una exposición que refleja el desarrollo de la intervención del templo.

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