Notas

Castillo de Chapultepec sede de gran colección de insignias

Estos objetos codiciados por los principales estadistas y militares del país, las condecoraciones mexicanas, convertidas actualmente en piezas de colección, encierran un pedazo de la agitada historia que vivió México en el siglo XIX, cuando nacieron estos simbólicos objetos hechos en oro, plata y cobre; la colección que resguarda el Museo Nacional de Historia “Castillo de Chapultepec” de estas significativas piezas, es analizada en un libro digital, elaborado por el investigador Ricardo Trillanes Sánchez.

La publicación en disco compacto, además de revelar el devenir de este tipo de insignias, que tenían como finalidad reconocer las hazañas o trayectoria de quienes forjaron la nación mexicana, recupera el valor histórico de las condecoraciones, actualmente en desuso en México, aunque no así en otros países como Francia, donde se mantiene vigente la famosa Orden de la Legión de Honor.

Medallas y condecoraciones del acervo histórico del Museo Nacional de Historia “Castillo de Chapultepec” presenta las cerca de 60 condecoraciones históricas que resguarda este recinto, que datan de 1821 a 1933, entre las que destacan la colección completa de la época de Santa Anna, en grado de comendador, oficial y caballero, y las miniaturas que se usaban para el traje de gala confeccionadas en oro.

Otras de las piezas más relevantes son la gran placa de la Orden de Guadalupe de Juan Nepomuceno Almonte, y el llamado Galardón de Honor de Agustín de Iturbide, mientras que de Maximiliano de Habsburgo se conservan distintas condecoraciones en plata dorada.

La publicación, a modo de catálogo digital, es editada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta); ofrece una descripción detallada de dichas insignias: su manufactura, relevancia histórica, origen y qué méritos se reconocían con cada una de ellas.

Al hacer un recuento del surgimiento de las condecoraciones en México, el investigador Ricardo Trillanes detalló que en 1822, Agustín de Iturbide instituyó la Orden de Guadalupe para méritos militares, pero sólo duró poco más de un año, ya que el Imperio culminó en 1824. Dicha insignia se iguala en calidad a las europeas, pues era fabricada por joyeros en oro, plata y cobre.

Posteriormente, Antonio López de Santa Anna reinstauró dicha presea y la transformó en una cruz pateada (templaria), muy similar a la Legión de Honor de Francia. “Cuando se restituyó, en 1853, hubo una gran fiesta en Palacio Nacional, pero a los dos años cayó en desuso”.

Ya durante el Segundo Imperio Mexicano (1863-1867), Maximiliano de Habsburgo investigó cuáles eran las condecoraciones que había en México y mandó traer joyeros reales de Francia para reestablecer la Orden de Guadalupe.

Durante su mandato, Maximiliano estableció el primero de enero de 1865 en el Diario del Imperio, la creación de la Orden del Águila Mexicana. “A los conservadores les molestó que Maximiliano colocara esta nueva presea por encima de la de Guadalupe, que si bien, en sus orígenes fue creada para reconocer el patriotismo militar, fue Santa Anna quien decidió distinguir con ella también el grado civil, lo mismo que Maximiliano, quien se la concedió a su zapatero real y a los maestros de la época.

“La Orden de Guadalupe es una de las piezas más hermosas que hay en el mundo de la falerística (ciencia auxiliar que estudia las medallas y las condecoraciones, como una rama de la numismática); consta de una cruz griega pateada, hecha en esmalte y con la efigie de la Virgen al centro; el anillo que circunda la imagen muestra las tres garantías: Religión, Unión e Independencia”.

Trillanes Sánchez comentó que entre los personajes que recibieron la Orden de Guadalupe, en reconocimiento al mérito militar por parte de Maximiliano, figuran Juan Nepomuceno Almonte (hijo de José María Morelos), Miguel Miramón y Tomás Mejía, estos dos últimos murieron con él en el Cerro de las Campanas, en Querétaro.

En cuanto a la Orden del Águila Mexicana, únicamente era concedida a extranjeros; fue otorgada al Papa Pío IX, al emperador Napoleón III y a Leopoldo II (hermano de la emperatriz Carlota), entre otros personajes allegados a Maximiliano. Tras la muerte del archiduque austriaco se extinguieron dichas preseas.

Una de las insignias creadas en el siglo XX fue la Orden del Águila Azteca, instaurada en 1933 y que es otorgada por el presidente de la República únicamente a extranjeros, a ésta se suman otras condecoraciones, como las medallas “Eduardo Neri”, que entrega la Cámara de Diputados, y la “Belisario Domínguez”, que concede la Cámara de Senadores a mexicanos distinguidos. Estas dos últimas son monedas de oro troqueladas y penden del cuello con un listón.

En opinión del investigador Ricardo Trillanes, sería importante restituir la Orden de Guadalupe en grado civil y militar para reconocer los méritos de mexicanos. “Erróneamente se le ha considerado una evocación de los imperios, pero creo que sería una condecoración con un nuevo significado que representaría un importante estímulo para los mexicanos que la recibieran, como sucede con la Orden de la Legión de Honor en Francia, que se entrega a humanistas”, concluyó.

Acerca de Juan Carlos Machorro

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