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La revolución de Enrique Peña Nieto

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Enrique Peña Nieto llegó para cambiar. Renovar. Actualizar y modernizar un sistema. Modificar un vetusto y anquilosado estilo de vida pública. Acudo a una figura común, todos la conocen: “¡El buen juez por su propia casa empieza!”. Desde niño, en la casa, con los abuelos, la escuché. Tenía (yo) la impresión de ser una frase vieja, de moraleja antigua. Igual a los juegos infantiles. Y, de vez en cuando, hacer una remembranza de ello.

No digo que la vieja y arrinconada moraleja la haya contemplado el Presidente de la República. Pero digo y digo bien. La revivió y es eje de la misión. Así, al revivir la Secretaría de la Función Pública, al nombrar secretario a Virgilio Andrade, sorprendió. El Presidente de México, el mandatario de un régimen presidencialista. Con un texto constitucional y con una práctica tradicional de ser él quien manda. A veces al grado de sumisión. Públicamente, en mensaje a la nación pidió ser investigado.

Dijo con toda claridad al titular de la secretaría de la Función Pública, a Virgilio, que se instale un panel de personalidades para revisar, investigar, el llamado “conflicto de intereses. Hacerlo en torno a la adquisición de la casa de su esposa, Angélica Rivera. Sobre su casa, la de él, adquirida en Ixtapa. Y también de la casa comprada por el secretario de Hacienda, Luis Videgaray.

Sobre esas casas y su compra se ha hecho una información abundante y llena de crítica, dando por hecho, sin comprobar, que se cayó en el delito de “conflicto de intereses”.

Es único. No hay antecedente de una decisión igual. El comunicado del Presidente ha propiciado todo tipo de interpretaciones. Con afán de desacreditar. Con expresiones como: Un empleado de él cómo va a investigar y dictaminar. Las leyes no son claras en torno al llamado “conflicto de intereses”. ¿A poco lo van a sancionar? Las mesas de opinión han cedido a obsesión de ser “jueces y sentencian”. Y otros piden que se legisle para nuevas leyes de castigo duro. El marco jurídico es parte del contenido actual de la Constitución.

No acudo a la cita fiel del discurso del Presidente. Hoy acudo a mí sentir. A la sensibilidad personal. A la de ciudadano. Y coincido con otros. Con los que ven un acto inédito. Implícita la reforma, ven. La renovación. Es un pasaje que sustenta y fortalece el clamor popular: combatir la corrupción.

Virgilio ha respondido a los interrogantes. Como secretario soy funcionario del Presidente; debo respeto. Dentro de la ley y la dignidad. Hay que recordar, dice Virgilio a quien le pregunta, también cada secretario rinde cuentas al Poder Legislativo. Del panel de personalidades, poco se ha dicho. Y en esa acción hay otra acción inédita, se incorpora a la sociedad civil, en la función de la acción contra la corrupción.

Y coincido con lo dicho por el escritor y periodista Héctor Aguilar Camín: el hecho de revisar y saber cómo se llega a la contratación, saber la relación del vendedor y del comprador. Algo interesante saldrá. Habrá muchas cosas que ahora no se conocen.

La corrupción es terrible cáncer. La descomposición social llega al extremo tétrico de ficción, de terror, era en el cine. En la vida se da con el caso del crematorio de Acapulco, entregando ánforas con arena y piedras, sin cenizas. Lo inaudito y lleno de horror. Es que en el traspatio, al aire libre, el empresario almacenó los cadáveres que no incineró. Es volverse demente. Parece carrera de ver quién siembra más horror. Como la muerte de los normalistas hay una crisis. Tiempo es de una cruzada nacional. De solidaridad con quien lo propone.

Enrique Peña Nieto es un quijote. Revolucionario. ¿Lo logrará?.

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