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Investigan sacrificios humanos en Tenochtitlan

Análisis realizados a restos óseos humanos asociados al Templo Mayor de Tenochtitlan, en el zócalo de la Ciudad de México, revelan que no todos los individuos sacrificados en las épocas prehispánicas eran cautivos de guerra, como lo aseguran las fuentes históricas, sino que vivían en la Cuenca de México, donde habían habitado por lo menos seis años.

Esto fue informado mediante la investigación denominada Isotopía de estroncio aplicado a material óseo humano localizado en ofrendas del Templo Mayor de Tenochtitlan, realizada por el arqueólogo Alan Barrera Huerta, que determinó que los individuos no fueron inmolados al momento de su llegada y que eran originarios de los territorios hoy ocupados por Tula, Hidalgo; los Altos de Chiapas; los Valles Centrales de Oaxaca, la península de Yucatán y la zona norte del centro del país.

Algunos de los restos humanos hallados en las ofrendas consagratorias de las etapas constructivas IV a (1440 – 1469 d.C.); IV b (1469 – 1481 d.C.) y VII (1502-1520 d.C.) del Huey Teocalli fueron sometidos a un análisis de isotopía de estroncio, que identifica el lugar de procedencia de personas migrantes, a través de la huella que deja en el tejido óseo la concentración de minerales propios de su lugar de origen, entre los que se encuentra el estroncio.

El experto abundó que la composición mineralógica de los suelos pasa a los organismos vivos a través de la cadena alimenticia y es asimilada por las estructuras óseas, lo que da indicios de posibles regiones de origen. A esto se le conoce como firma isotópica.

restos óseos humanos al Huey Teocalli

Buena parte de los suelos de la Cuenca de México se componen de rocas de origen volcánico, por lo que su firma isotópica es muy particular en comparación con la de otras áreas del país, explicó el arqueólogo, adscrito a la Dirección de Salvamento Arqueológico del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

Dijo que “los huesos cambian su composición mineral entre seis a diez años de vivir en una determinada región y de acuerdo con la alimentación varía la firma isotópica, pero los esmaltes dentales que se forman en la vida intrauterina no se vuelven a modificar, por lo que esa huella se queda de forma permanente, aunque las personas cambien de residencia”.

Bajo esas premisas, el arqueólogo Alan Barrera tomó muestras tanto de hueso como de esmalte dental de seis individuos (cuatro de la etapa constructiva IV b; uno de la IV a y uno de la etapa VII), que vivieron entre 1469 y 1521, durante los reinados de Motecuhzoma Ilhuicamina, Axayácatl y Moctecuhzoma Xocoyotzin.

El arqueólogo informó que eligió en su mayoría ofrendas de la etapa IV porque ya se habían identificado materiales de diferentes procedencias y el estudio buscaba confirmar si los individuos eran foráneos, además de que dichos depósitos son de los más completos y heterogéneos de las ofrendas de consagración del Templo Mayor. Estos depósitos están organizados como cosmogramas, es decir, los objetos dispuestos representan los tres niveles del universo: el inframundo, el espacio terrenal y el celeste.

Los resultados del estudio al infante de la Ofrenda 111, de la etapa IV a (1440-1469 d.C.), lo ubican como un habitante de la parte norteña del centro del país (actuales estados de Querétaro, San Luis Potosí e Hidalgo), lo que concuerda con lo indicado por las manchas ocres en sus piezas dentales (fluorosis) originadas por el consumo de agua de cuerpos con alto porcentaje de flúor. Se trata de un individuo no mayor a cinco años depositado en el adoratorio del Templo mayor dedicado a Huitzilopochtli y, hasta donde se pudo observar, estuvo ataviado a la usanza de este dios guerrero.

La Ofrenda 64 perteneciente a la etapa VII (1502-1520 d.C.) era de un infante de entre 10 y 11 años. El análisis de esta máscara cráneo estableció que el individuo procedía de los Valles Centrales de Oaxaca o de la región de la península de Yucatán. “Esas dos localidades tienen firmas isotópicas muy similares”.

Los individuos muestreados de las ofrendas 13 y 88 de la etapa IV b (1469-1481 d.C.), eran hombres de entre 20 y 30 años, y por los análisis del esmalte se precisó que procedían de la región cercana a Tula, Hidalgo.

Finalmente, los restos de las ofrendas 11 y 20 de la etapa IV b (1469 – 1481 d.C.) son cráneos efigie (individuos decapitados) que pertenecieron a una mujer de entre 20 y 30 años y a un joven de entre 15 y 20 años, respectivamente. Los dos tienen una misma firma isotópica de los Altos de Chiapas o la región de Perote, Veracruz.

Los índices obtenidos del análisis a las muestras de hueso y de esmalte revelan si un individuo es migrante o permaneció en un mismo lugar la mayor parte de su vida. “Estos datos son importantes porque muestran que las personas ofrendadas que se sometieron a isotopía de estroncio no fueron sacrificados al momento de su llegada, sino que por lo menos vivieron seis años en la Cuenca de México, tiempo suficiente para que sus huesos guardaran la firma isotópica de esta región, considerada para este análisis como suelo local”.

De manera que los individuos sacrificados procedían de las regiones conquistadas, con excepción del personaje de la Ofrenda 64, que fue oriundo de los Valles Centrales de Oaxaca o la península de Yucatán, según lo establece la firma isotópica de esmalte, concluyó.

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