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Fin de año

Término de un año calendario. En nuestro caso enero-diciembre. Para muchos, tiempo de reflexiones, de balance, de propuestas; de revisar lo andado, de valorarlo, y de reprogramar lo que reprogramarse debiera. Para el gobierno de la República, para el Presidente Enrique Peña Nieto, las cosas caminan de acuerdo a sus propósitos, a su planteamiento de fincar los cimientos de nuevas formas de ser y de hacer de la nación. Ya no se trata de estar, de permanecer de conformidad a modos que los tiempos han dejado atrás. Si nos sujetáramos a inercias de inmovilismo quedaríamos rezagados. Cada vez más. Hasta hacer impagables los costos económicos y sociales causados.

Enrique Peña Nieto ha hilado fino, sin alardes de suficiencia, con resultados. Allí están las reformas, de entre las necesarias para avanzar con certidumbre por los caminos donde el mundo transita. Son reformas convenidas en el marco del Pacto por México. Habrá más, las posibles dentro de las necesarias. Entre aquéllas logradas: la educativa, la hacendaria, la financiera, la de telecomunicaciones, la energética.

Acaso la más importante la energética. La intentada mas no lograda por Ernesto Zedillo, por la oposición del PAN; la buscada por Vicente Fox y Felipe Calderón, no alcanzada por el rechazo del PRI. La promovida por el Presidente Enrique Peña Nieto fue conseguida, a tiempo, sus buenos oficios lo permitieron. A tiempo porque el cambio permitirá un repunte económico del país, a comenzar en el próximo ejercicio. Así lo prevén analistas e instituciones nacionales e internacionales.

En la necesidad de un cambio energético ha habido consenso de las principales fuerzas políticas, aunque no en los alcances de la transformación, particularmente en lo relativo a participación de particulares, nacionales y extranjeros, en las industrias relativas, y en lo que toca a reformas constitucionales. Sin embargo, de conformidad a la clase de nación que la historia nos ha dado, de acuerdo a los procedimientos de la democracia representativa en la cual estamos inmersos, la mayoría legislativa, en el Congreso de la Unión y las legislaturas locales, dio paso a lo necesario para contar con una nueva norma, en lo constitucional. Siguen las leyes reglamentarias y la instrumentación de procedimientos acordes a la reforma.

La oposición a la reforma, a partir de los reclamos de tradicionales opositores a cuanto no vaya de acuerdo a sus intereses, demanda una consulta popular acudiendo a lo que en la materia se ha legislado. Aunque, como bien dijo algún comentarista político, seguramente no tendrán necesidad de acogerse al procedimiento si, como dicen, la reforma ha provocado tal rechazo en la mayoría de los mexicanos, que obtendrán un amplio triunfo en las elecciones federales del 2015, y en las locales de aquí a entonces, así alcanzarían la mayoría necesaria para echar atrás lo reformado. Mientras tanto desarrollan una campaña dirigida a posibles interesados en la industria de los energéticos advirtiéndoles de dificultades legales a las que podrían enfrentarse si decidieran venir. Difícilmente conseguirán sus propósitos de desalentar la inversión, pero acaso sí logren encarecerla. Esto es, que aquéllos exijan mayores beneficios.

Acerca de Hector Villar Barranca

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