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Ciudad de México: La otra cara de la moneda

¿En qué piensa un turista de provincia cuando viene a pasear al Distrito Federal? Edificios, avenidas, dinero, comercio, tecnología, modernidad. No está por demás decir que no se equivocan al pensar así y que tras sus andares por esta ciudad, se vayan con la misma idea, sin embargo, se limitan a ver lo superficial, lo bonito, para ser exactos. Y es que no es que quiera que se lleven una mala impresión de la capital, pero como visitante, no pasas lo que muchos que aquí tenemos que pasar, la rutina diaria del chilango.

Viajar en el metro en horas pico soportando el calor, el mal olor y los peligrosos empujones, pasar atorado en el tráfico el cuádruple del tiempo que planeas hacer en llegar a algún lugar, no poder hacer ninguna actividad física fuera de casa los días en que hay precontingencias ambientales, ver casi todos los días marchas de protesta (algunas sin sentido), llegar a temer por tu integridad al estar caminando por la calle en barrios de mala fama, etcétera.

¿Pero qué hay de la gente? Gente que se la pasa trabajando “de sol a sol” para llevarle algo de comer a sus hijos, mismos que por el descuido de los padres caen en las drogas y en la delincuencia, gente que despiden de sus empleos por no llegar temprano a ellos, gente que vive en las calles, que su lucha por conseguir alimento se basa en hacer malabares en los cruceros de la ciudad.

Cifras indican que esta entidad aporta el 17% del P.I.B. nacional total, pero hay puntos en la ciudad que denotan pobreza extrema; casas en barrancas y lugares faltos de servicios básicos, claro que no podemos olvidarnos de la corrupción y el mal gobierno; oficiales de tránsito que por “un ciego” o “una sorjuana” no infraccionan a aquél que lo merece, tratos de compra-venta por debajo de la mesa, evasión de impuestos, mala administración de recursos, baches en miles de calles, etc.

A fin de cuentas son contrastes, esa diferencia notable entre personas y cosas, esas diferencias que aquí sobran y que gracias a ellas es como se ha forjado la identidad de una de las ciudades más grande del mundo. Dependemos de estas, pues ¿qué sería de una playa sin arena?, ¿qué sería de un castillo sin rey?, ¿qué sería del cielo sin estrellas?, ¿qué sería de un amante sin su amada?, ¿qué sería de la Diana sin su arco?, ¿qué sería de esta ciudad sin sus ciudadanos?.

Acerca de Luis Mario Vargas Casas

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