En Ambiente

Soporte para la palabra

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Al finalizar el siglo XIX “… Los químicos inorgánicos crearon nuevos productos comerciales… Industriales ingleses iniciaron la producción de papel barato con pulpa de madera…”, por efecto del alfabetismo “… El insólito aumento del total del pueblo lector en la Europa occidental y en los Estados Unidos (de Norteamérica), creó un campo cada vez más grande para el periodismo popular. El número de periódicos se duplicó en Europa entre 1880 y 1900. Nuevas invenciones —el linotipo, el monotipo, la prensa plana, el alimentador y la plegadora automáticos, el grabado de medio tono y la impresión a colores— redujeron los costos y multiplicaron la circulación, auxiliados por la sustitución del papel de trapos por el papel de pulpa de madera.” Gracias a la rápida transmisión de la información por medio del correo, telégrafo y teléfono: “… Como había millones de lectores que tenían conocimiento de los acontecimientos de actualidad leyendo los periódicos baratos, las técnicas de la propaganda y de la publicidad se desarrollaron rápidamente y se orientó caprichosamente a la opinión pública. Los políticos aprendieron a escuchar y a veces a manipular el oráculo de la prensa; y el derecho a escribir y a hablar libremente en materia de asuntos públicos se convirtió en un principio cardinal de la fe democrática”.*

Con el papel de pulpa de madera el campo editorial de los periódicos y los libros alcanzaron espacios en multiplicidad, profesionales de la pluma aparecieron en cantidad y excelencia, los temas a desarrollar dejaron los arcanos gabinetes de trabajo para satisfacer la curiosidad de los lectores. En lo escrito está el valor de lo mínimo y de lo grandioso, lo cercano y lo distante, lo micro y lo macro, lo terreno y lo universal; de lo miserable y heroico en el ser humano, de su interior y exterior, de eso que refundimos en la sencillez de la palabra “todo”, el todo en lo ambiguo, el todo en la complejidad inasible del día a día: generación tras generación. La ciencia de manera general y sus aplicaciones, la tecnología, encontraron un cauce nuevo y abierto, la sociedad, a partir de ese gran avance y posibilidad adquirió el acceso aún moderado en aquello que le es lejano a su realidad cotidiana.

La letra impresa tiende a la pluralidad, acrecienta virtudes, magnifica yerros; genera fanatismo y derrumba mitos; monta en pedestales a seres fallidos y es herramienta que irrumpe sin comedimiento en “la verdad” establecida.

Las palabras no son sólo un amasijo de letras, son la exteriorización del sentir, del flujo interno compartido entre humanos, afirma y niega, reconstruye, vive cada vez que alguien con su mirada desentraña el significado adormecido en los multiplicados trazos diseñados a lo largo de la historia humana para dotar a cada palabra con un énfasis determinado y propio, para decir de lo dulce y lo agrio.

Y de la imprenta surge el recuerdo de la frase heredada de un hombre con aroma a la palabra fragmentada en los tipos movibles: “La espada corta menos que la pluma y las acciones de los cobardes”.**, cuya fuente disipé en la mala disposición de mi cabeza aunque rige en lo continuo personal.

* Todos los entrecomillados, tomadas de: Geoffrey Brun. La Europa del Siglo XIX (1815-1914). Página 184. FCE, Breviarios, México, 2005.
** ¿Alexandre Dumas Davy de la Pailleterie? (Villers-Cotterêts, 24 de julio de 1802 -Puys, 5 de diciembre de 1870.): la trilogía de D’Artagnan:
Los tres mosqueteros, Veinte años después, El vizconde de Bragelonne; El conde de Montecristo, José Bálsamo, El Hombre de la Máscara de Hierro (en realidad escrita por Emile Ladoucette). Dumas incursionó en la novela biográfica, el teatro, cuentos infantiles, con un muy largo etcétera.

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