En Ambiente

Nube

depre1020

Pon un poco de rubor en aquella pequeña nube blanca cuando cante el jilguero en la tarde enjalbegada por la lluvia bautismal de julio.

—oo—

Reverberaba aún la emoción del amanecer cuando las letras de su nombre pulsaban la cauda de alguna invocación imprevista para llegan al atardecer punteado en los tonos graves de la recapitulación. Había en la espera un tiempo sin conclusión, la noche, intrusa en los ojos, restauraba una escena no vivida, una grieta en la realidad traspuesta al sueño cuyo inquietante impulso migra a la consciencia en la vigilia.

Las nubes borran el espacio recorrido ya imposibilitadas para cursar en sentido inverso, nada omiten y en sus transformaciones, en algún lugar, verterán la historia fragmentada sin posibilidad de restructurar toda huella de su origen hermanadas al gran océano en donde los dos tormentosos fragores son una e indivisible lejanía.

Hoy les imponemos un denominativo y mañana les otorgaremos otro; ayer su forma era tal, mañana, ante la analogía, predominará la diversidad del nombre. Bulle, gira, emblanquece, alarga o retrae sus volutas; el frío la condensa y oscurece, con el calor danza vertiginosa en transparencias apenas insinuadas dispuesta ante el viento que la transporta a donde será bendición o tragedia desatada. Desde sus gibas retumba el fragor aprehendido al mar, conserva el eco de su impacto contra el monte o el tañido arrancado dificultosamente a la alta campana en la torre, remolca un susurro entre el cañaveral y es virtud adormecida en la caracola.

Quizás llueva en alguna tarde de este verano que trae un escotoma con la capitular de un nombre ahora desvanecido en las concavidades de los rizos, borregada peregrina que gloria la creación e insufla en el espíritu una esperanza incipiente, un brotar alegre con susurros de cigarra y aleteo de tzentzontle.

—oo—

Pon un poco de rubor en aquella pequeña nube blanca pregonera de la augusta noche enjalbegada por la lluvia bautismal de julio.

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