En Ambiente

Limeña

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Ya hace muchos años, en casa del fallecido periodista don Pedro Álvarez del Villar y al final de las frecuentes reuniones organizadas por él con único el único afán de compartir, por lo general, después de corregir los asuntos mundanos por los pequeños grupos formados entre los asistentes, con la energía menguada al rigor de los espíritus del buen vino y/o whisky —algunos preferían el ron, otros vodka—, pan, vino, quesos, aceitunas y alguna pasta, a don Pedro, sibarita trasplantado —nacido en Trujillo, Perú— le venía en gana colocar en su tocadiscos alguna de esas negras muestras de su recopilación musical personal que cantaba con más ánimo que calidad, lo cual se le dispensaba —y él lo sabía— sólo por la emoción manifiesta.

De entre muchas otras, esos finales de reunión hermana el recuerdo de “Limeña” —vals peruano de Augusto Polo Campos— con la escuchada en alguna transmisión antigua a través de la radio comercial en México. Si mal no viene a la memoria, hay versiones mexicanizadas, por Luis Aguilar (“el Gallo Giro”), los Panchos… De “Limeña” vals, extrañamente con registro en diciembre de 1962 quedan las versiones interpretadas por Edith Barr, Lucha Reyes (la morena de oro del Perú), Los Moruchos… e infinidad de no peruanos.

Explicaba don Pedro —admirador ilustrado en la obra de su Chabuca Granda—, cuando ya el cansancio y el aturdimiento eran manifiestos, el origen de los géneros musicales peruanos, algo así como que el denominado vals peruano es un aporte de la cultura criolla originado durante el virreinato del Perú cuya dotación instrumental son: guitarra acústica, cajón peruano, castañuelas, bandoneón, acordeón, saxofón (¿?), piano y violín.

La particularidad del cajón peruano originario de la costa central y norteña, adoptado en el jazz moderno, el nuevo flamenco y la música afro-latina-caribeña es que resulta el un instrumento de percusión en que el artista se sienta sobre él y éste transmite el ritmo al cuerpo del cajonero.

Originariamente la Marinera era una pieza bailable denominada “chilena” a la que Abelardo Gamarra Rondó (a) “El Tunante” rebautizó en 1879. Es un baile de pareja suelto surgido del mestizaje hispano-amerindio-africano en la costa de peruana caracterizado por el uso de pañuelos, derivado para algunos estudiosos de la “zamacueca” muy popular en el siglo XIX instrumentada con guitarra, charango, contrabajo, arpa, acordeón, pandero, guitarrón, trompetas.

De la marinera hay variantes y denominaciones según correspondan a expresiones costeñas, serranas o de la región selvática del Perú: la marinera limeña (concuerdan las opiniones en que es la expresión más pulida, elegante y cadenciosa), tumbesina, ayacuchana, puneña, cusqueña, lambayecana, piurana, cajamarquina, arequipeña, liberteña, ancashina, iqueña, moqueguana, selvática, huanuqueña,… etcétera.

Limeña que tienes alma de tradición,
repican las castañuelas de tu tacón,
pasito a paso, vas caminando por la vereda
que va entonando, como si fuera un bordón,
compases de Marinera con su cajón.

Boquita de caramelo cutis de seda,
magnolia que se ha escapado de la alameda,
en tu sonrisa hay un pañuelo
que enamorado llega hasta el cielo,
perfumado de jazmín,
para bailar Marineras por fray Martín.

Al rigor de las fechas, “Limeña” es creación anterior al 6 de mayo de 1962 (aunque el registro admita como fecha diciembre de ese año), ya que es la fecha en que el Papa Juan XXIII canoniza al largamente beato Martín de Porres Velázquez O.P. (Lima, 9 de diciembre de 1579 – 3 de noviembre de 1639), porque sólo en las versiones posteriores a la de Los Moruchos (Oscar Avilés, Ego Aguirre y Alejandro Cortés) la letra de este valsecito peruano transforma el fray por San Martín.

¡Salud! don Pedro.

1 Comentario

  1. jose Sulleiro

    Esta tarde, en un pequeño restaurante de Madrid, algunos periodistas hemos recordado la involvidable figura de don Pedro Álvarez de Villar. Allá por los primeros años ochenta, pasé muchas noches bebiendo y escuchando a don Pedro en el salón de su casa. (Trabajábamos en el mismo periódico y vivíamos a pocas cuadras de distancia). Excelente periodista, inmejorable amigo. Doy fe de que la casa de don Pedro fue refugio de literatura, música, periodismo, política y amistad.
    ¡Salud! don Pedro.