Campus

Un tambor de plástico

Asistir a tu nacimiento fue un privilegio. Hoy, si el recuerdo miente en lo menos, el clima semeja el de aquellos días cuando comprar un helado me convertía en potentado –alejada por un momento la miseria abyecta– y bajar la pelota del árbol era labor de conquistador histórico.

Vienen frente a los ojos aquel perro de peluche compañero de tus sueños y el gorila cuya compra aportara un poco para la preservación de esa especie que obligara a visitar a su modelo vivo enclaustrado entre barrotes para su seguridad.

Era el tiempo para exorcizar los temores arrebujados en el guardarropa, bajo la cama o entre los árboles escuálidos a los que la mezquindad humana cortara sus brazos en beneficio público; momento para la sonrisa provocada por una ardilla confianzuda y del dolor infantil ante la vesanía ajena que tu padre no pudo remediar.

Tiempo de llevar un balón para estrenar el próximo domingo en el jardín; un puñado de canicas multicolores, el trompo, los cochecitos, el muñeco articulado; y para planchar con la mano un cromo ajado, marchito el personaje que a todos los niños de la cuadra traía de cabeza, y el cual, necesariamente, determinaba el comportamiento de la chiquillada de la cuadra.

Pero lo más grato de aquella época era cuando en el jardín, después de corretear tras la pelota, de reir con tus primos y agotar el presupuesto con los distractores del hambre –que si lo sabía tu madre, mal nos iba–, acostados sobre el pasto mirábamos al cielo para contar a los borregos, descubrir las figuras rasgadas con el derrotero de la multiplicación alada que en el espacio arbolado aún habitaban; la espera del pesado barco de madera a toda vela; de los osos escurridizos al rigor de los vientos altos, de unos disformes patos bajo el oceáno azulado, hasta localizar -¡por fin!- al gigante en el cielo que escabullía su presencia únicamente visible a los seres cuya edad les permite inventar imágenes y sonidos sin la repulsa de la adultez formal y encorsetada.

depre741
Un gigante en el cielo.
Óleo sobre tela.
40 x 50 centímetros.

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