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Transplante

«Fue costumbre en los monasterios primitivos levantar en el patio [que hoy llamamos atrio] una gran cruz de madera que los indios procuraban alzar tan alta como fuese posible, cortando para ello el árbol más corpulento que encontraban. Se dice que la del convento de México era tan elevada, que se veía desde varias leguas a la redonda. Tales cruces constituían un peligro para los indios que siempre se hallaban agrupados a su vera o en otros sitios del enorme patio, porque eran pararrayos naturales y además se caían cuando la madera venía a menos. Por eso, en la carta escrita por los prelados de México, como resultado de la junta eclesiástica habida en esta ciudad en 1539, se acordó y se dice que es conveniente que las cruces se hagan bajas, bien hechas, y de piedra si fuera posible. Resultado de dicha disposición fue el conjunto de cruces monumentales que todavía pueden admirarse, repartidas en varios sitios de la República. Recordemos entre las más importantes la de San Agustín Acolman, la de Cuautitlán, la de Huichapan, la de Tepeapulco…», reposición a la que trasladara el señor arzobispo don Juan de Mañozca y colocara frente a la puerta mayor donde estuviera el cementerio en el ahora atrio de la Catedral Metropolitana de México, asienta don Manuel Toussaint en la página 39 de su estudio sobre el templo mayor en el Zócalo del Distrito Federal, libro terminado de imprimir el 5 de enero de 1973 por Editorial Porrúa, S. A., en los talleres de Offset Larios, cuando en este país el «tiro» de obras en consunción al aprecio y dedicación a la lectura aún soportaba el atrevimiento de lanzar 3000 ejemplares.

De las cruces atriales mencionadas, destaca la cruz principal [de cuatro habidas en el municipio] en la Plaza de Cuautitlán [«en la arboleda»], considerada una de las importantes en México realizadas en piedra durante el siglo XVI.

De la cruz atrial, el Vocabulario Arquitectónico Ilustrado, editado por la Secretaría del Patrimonio Nacional, en su primera edición de 1975, nos informa: «Cruz atrial. s.f. Atrial ‘perteneciente o relativo al atrio’. En México, son verdaderamente notables las cruces de los atrios de las iglesias del siglo XVI. Se colocaban generalmente al centro de ellos, en los conventos. Originalmente, fueron de madera y grandes dimensiones y luego, cambiadas por otras de piedra, cuyas características principales, son los símbolos de la Pasión esculpidos, la faz de Cristo y, en los brazos, remates con forma que recuerdan la flor de lis. Son uno de los ejemplos del Tequitqui».

Lo anterior nos lleva a buscar el significado del término «Tequitqui», así: «Del náh[uatl] tequitqui tributario… Es la extraña mezcla de estilos: románico, gótico y Renacimiento, que se observa en algunos monumentos religiosos del siglo XVI lo que los dota de intemporalidad y anacronismo…». «El autor [refiérense al acuñador del término, el crítico e historiador del arte, el español José Moreno Villa] termina diciendo: Lo más diferencial en la escultura mexicana del siglo XVI es su amalgama de estilos, y su carencia de sentido cronológico, por haber recibido de golpe frutos de tres siglos que en la Iglesia perduraban, porque ella va conservando los frutos de cada época».

cruz
[Apunte] Cruz atrial de Acolman, Estado de México
Aguada sobre papel
18 x 27 centímetros

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