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La Quemada

Para los arqueólogos, antropólogos y estudiosos del pasado cuya disciplina, dedicación y empeño nos presenta el esqueleto de nuestro ser anterior y que con su enseñanza impulsan nuestra imaginación y emoción para “vestir” una posibilidad de ser.

En la colonia Narvarte de la Ciudad de México, la calle de “La Quemada” —con traza sur-norte, paralela a las calles de Mitla y Zempoala y con recorrido de Isabel Lozano viuda De Bety hasta Avenida del Obrero Mundial— debe su nombre al sitio arqueológico asentado en el municipio de Villanueva a 56 kilómetros al sur de la capital del Estado de Zacatecas.

“Se conoce dentro de la historia mítica de estos pueblos que, cuando la tierra estaba oscura, presa de lluvias interminables y una gran inundación, el Sol, en su primera salida triunfante sobre el mundo caótico acuático, colocó una escalinata en el Cerro Quemado (Reu’nari, o del amanecer: Paritek+o) para ayudar a su ascenso al cielo y erigió los postes cósmicos para su viaje hacia las cuatro direcciones cardinales, movimiento con el que fue tejiendo la cruz romboide (ts+kuri) o quinqunce: el mundo. A partir de ese evento cosmogónico comenzó la circulación del tiempo tal como hoy lo conocemos, pero además quedó establecido el conjunto de oposiciones básicas del universo (luz-oscuridad, día-noche, amanecer-atardecer, cielo-inframundo, abajo/poniente, arriba/oriente, sur/derecha, norte/izquierda, desierto[arriba]-océano[abajo], secas-lluvias, etc[étera].)”, asienta José Humberto Medina González en “La Quemada”, Arqueología: Diálogos con el pasado , editado por el INAH.

VISIÓN

Allá abajo, hacia el sur, el amplio Valle de Malpaso con sus caminos y senderos guía el paso hacia el primer nivel del complejo Tuitlán ( “La Quemada”) con su plaza hundida y el Salón de las (once) Columnas; en el segundo nivel, el juego de pelota acompaña a la pirámide votiva ubicada un poco más al norte; arriba —en el tercer nivel de la Acrópolis— nace la Gran Escalera Solar, en este espacio, una plaza cerrada, los vestigios de algunos cuartos, un altar central cercano a una pirámide, por medio de un alineado de fogones une el espacio con la pirámide votiva del nivel anterior; la Plaza de los Maestros, una pirámide y “El Cuartel” (en el cuarto nivel) anteceden el espacio del quinto nivel con su Plaza de los Sacrificios, su plaza hundida y un altar central de la que surge el sexto nivel para desembocar la Gran Escalera Solar en un basamento piramidal. Atrás, a mi espalda, inicia una “calzada solar” cuyo término es el complejo astronómico de “La Ciudadela”.

Visitante turbado, domino en el espacio sagrado del sexto nivel, mis ojos son la séptima elevación desde la que usurpo la visión de los Señores Celestiales.

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La cultura de Chalchihuites: “Hervideros, Zape, La Ferrería (en Durango), Alta Vista, Chalchihuites, Teúl de González Ortega (Zacatecas) y El Huistle (Jalisco) son los nombres de algunos sitios. El núcleo hegemónico fue La Quemada, calificada como una acrópolis y considerada un santuario panregional al que acudirían numerosos peregrinos desde los confines del vasto territorio chalchihuiteño; su arquitectura y emplazamiento indican que cumplió funciones defensivas, residenciales y religiosas.”1

“Buena parte de la bibliografía que trata del pasado indígena de México —pensemos en particular y de modo más gráfico en los mapas— presenta a la región septentrional casi vacía de referencias, con muy escasos sitios marcados. No obstante, no se trata de una verdadera carencia de testimonios culturales, sino de una falta de investigaciones y de proyectos de consolidación, restauración y apertura al público.”… “En el norte, al transitar por sus trincheras, acrópolis, recintos en acantilados, y sus urbes de barro y piedra, la contemplación del paisaje se da intrínsecamente, pues se está inmerso en él.”2

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Abajo y al sur, en el amplio y árido espacio de Villanueva yace el esfuerzo, la vida en la muerte de cientos de humanos que laja a laja revistieron un espacio donde la visita de los Señores consintió la continuidad humana en la cultura de Chalchihuites.

1 Verónica Hernández Díaz. Página 155, La arquitectura precolombina en Mesoamérica. INAH, Conaculta, María Teresa Uriarte (Editora), Jaca Book, 2009.
2 Idem, página 156.

Acerca de Víctor Manuel López Wario

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