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Hallan huella de rito prehispánico por eclipse

Durante las excavaciones en Pañhú, zona arqueológica, en el municipio hidalguense de Tecozautla, arqueólogos registraron un piso de estuco quemado, evidencia de que su pirámide principal fue desacralizada hace aproximadamente 1,350 años, en coincidencia con un evento astronómico que para sus habitantes avizoraba un cataclismo.

            El arqueólogo Fernando López Aguilar, director del proyecto de investigación impulsado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta) en este sitio —ubicado a 20 minutos de Huichapan—, informó que se tiene conocimiento que hacia el año 650 d.C., en el amanecer del 3 de agosto, el Sol apareció eclipsado.

“Esto conmocionó no solo a los habitantes de Teotihuacan, que era la gran urbe de ese tiempo, sino también a los residentes de Pañhú, pues por la latitud también debió observarse en este lugar.

“Para estas antiguas sociedades, el eclipse debió representar una catástrofe, y realizaban sacrificios con el propósito de ‘mantener vivo’ al astro, pues para ellos el sol negro o del inframundo se había impuesto al sol dador de vida. Ese evento generó un abandono paulatino en la zona de Teotihuacan, y aquí (en Pañhú) también tuvo sus implicaciones”, explicó el investigador.

Este fenómeno, dijo López Aguilar, fue tomado como el presagio del fin de un ciclo, y en Pañhú se procedió a desacralizar la pirámide principal —al norte, sobre el borde de la mesa donde se ubica el sitio— realizando una gran excavación para extraer las ofrendas del dios tutelar, muy probablemente el Dios del Fuego Viejo, también conocido como Huehuetéotl, Xiuhtecuhtli u Otontecuhtli, éste último como le conocen los otomíes.

“Después arrasaron el templo que se hallaba en la parte superior de la pirámide y los escombros arrojados al interior. A partir de ese momento comenzaron a realizarse sacrificios humanos, a manera de ofrendas de renovación, ya que durante las excavaciones sobre el suelo de esta estructura localizamos restos muy fragmentados de cráneos, así como púas de maguey que posiblemente usaron los sacerdotes para autosacrificio”, abundó el arqueólogo.

Fernando López Aguilar indicó que además dicho piso estucado se encontró quemado, evidencia de que la pirámide principal fue desacralizada. “Posiblemente sobre este piso —que se mantuvo tras derrumbar el templo que había en la cima— se efectuaban ritos de renovación que implicaban la quema de materiales, aunque también pudo usarse para otro tipo de rituales antes de la destrucción del edificio”.

La pirámide que fue desacralizada y debió funcionar entre 400 y 650 d.C., tiene una arquitectura especial que en ciertos elementos puede recordar, por ejemplo, al llamado “talud escapulario” de Monte Albán, en Oaxaca. También presenta paneles con remetimientos vinculados con el glifo E, que simboliza al número 3 y al fuego.

Sobre lo que quedó de dicha edificación del 400-650 d.C., se levantó otra de estilo muy distinto, acorde con la arquitectura del denominado periodo Epiclásico (650-900 d.C.) para la región de Huichapan, donde se distribuyen otros asentamientos de la Tradición Xajay, entre ellos Pañhú, caracterizados por hallarse encima de mesetas y mantener extensas redes de vinculación económica, como lo confirma el hallazgo de turquesa proveniente de Nuevo México, jadeíta del Valle de Motagua (Guatemala) y conchas procedentes del Golfo.

El equipo del Proyecto Arqueológico Pañhú infiere que la visión de que el otomí fue un grupo que poco aportó a la cultura mesoamericana “solamente pudo ser dada por la cultura dominante: la mexica, aunque los pueblos hablantes de otomí que habitaron aquí, probablemente desde el año 400 d.C., ya tenían una identificación con estos lugares sagrados (los cerros del Águila y el Coatepec, entre otros) y ocultaron sus prácticas y saberes”.

Ejemplo de lo anterior es la lengua otomí conocida como Boxaxni, que si bien se usa para asignar un lugar donde abunda la planta conocida como Uña de gato, para ellos tiene la acepción de “Lengua sagrada”. En esta habla, las palabras tienen un significado común, y otro oculto.

En la Zona Arqueológica de Pañhú además de la pirámide principal o Edificio del Sol poniente, el visitante también podrá apreciar el Tecpan o Edificio del Sol Naciente, y una estructura con altar, que precede a la plaza central. Todos fueron restaurados con materiales propios de la región y protegidos con adobe y mucílago de nopal, que actúan como capa de sacrificio (recubrimiento) para no dañar los elementos originales.

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