La transformación hacia una sociedad sustentable comienza por la educación, aseveró Alejandra García Franco, coordinadora de la Licenciatura en Ingeniería Biológica de la Unidad Cuajimalpa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) en la Ciudad de México.
La profesora-investigadora del Departamento de Procesos y Tecnología resaltó que el papel de las universidades resulta fundamental para integrar principios, valores y prácticas del desarrollo sustentable en los ámbitos de la educación y el aprendizaje de las generaciones de profesionales.
Dijo que “las instituciones de educación superior son centros de investigación y enseñanza que impactan en el desarrollo y mejoramiento de prácticas sustentables y procesos en diferentes disciplinas”.
La especialista en Procesos de aprendizaje en ciencias y Educación científica intercultural recordó que la Unidad Cuajimalpa tiene una visión biocéntrica del mundo, centrada en la importancia de la biodiversidad, la conciencia generacional y la comprensión de los retos ambientales.
Además del desarrollo de las tecnologías para atemperar el deterioro ambiental, el entendimiento de las bases económicas y culturales que producen la destrucción del medio ambiente, adoptando un enfoque sistémico para la solución de problemas.
Recordó que en el Marco Regulatorio de la Unidad Cuajimalpa se creó una normatividad de los planes y programas de estudio con base en la sustentabilidad; equidad y justicia; ética y diferencia; nuevas tecnologías de información y comunicación; análisis institucional, entre otros.
La sustentabilidad es el eje transversal para la formación de sus recursos, en la investigación, la gestión y la vinculación, cada una en los ámbitos económico, social y ambiental para promover el desarrollo humano sostenible.
Por su parte, la maestra Dulce María Ramos Mora, profesora-investigadora de la Universidad Iberoamericana (UIA), expuso que la crisis socio-ambiental interpela más que nunca el papel de las universidades como uno de los actores más relevantes de la sociedad contemporánea y la obliga a repensar sus funciones sustantivas de docencia, generación de conocimiento y de la cultura.
El objetivo es contribuir, efectivamente, a revertir la crisis global y participar en la construcción de sociedades ambientalmente sustentables y socialmente justas.
Detalló que “el conocimiento científico que domina la forma en que analizamos la realidad, basado primordialmente en la fragmentación y la hiper-especialización de los objetos de estudio, limita nuestras posibilidades para comprender la enorme traba de interrelaciones existentes en la realidad socioambiental, así como la capacidad de plantear soluciones integrales a los conflictos que surgen de ella”.
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