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Conaculta recuerda testimonios de la Decena Trágica

«… Como la noticia de la subversión había cundido, las gentes salían de sus casas y se adherían al bando que fuera de su simpatía. A Madero se le adhirieron cientos de gentes que lo vitoreaban. Él saludaba con su sombrero. Alguien le dio una bandera que tremolaba. Los cadetes del Colegio Militar, y los partidarios suyos que se le iban reuniendo, eran su mejor escolta; los pechos de ellos eran su escudo…

«El presidente se vio obligado a refugiarse en la fotografía Daguerre, de la avenida Juárez, cuando tiroteó a la columna un grupo de rebeldes posesionados de las alturas del Teatro Nacional, en construcción. Allí se le hizo presente el general Victoriano Huerta, y allí fue también donde se le encargó del mando de las tropas leales, en vista de encontrarse heridos ya el general Ángel García Peña, secretario de Guerra, y el valiente general Lauro Villar, comandante general de la Plaza. «Logró llegar el señor Madero hasta el Palacio Nacional, pasando por el Zócalo, sembrado de cadáveres».

Las líneas anteriores son un breve fragmento de la crónica escrita por el joven soldado Francisco L. Urquizo, sobre los acontecimientos que presenció el 9 de febrero de 1913, en el primer día de la llamada Decena Trágica.

A 100 años de distancia, la Dirección General de Publicaciones (DGP) de Conaculta recuerda uno de los testimonios documentales de singular valor histórico y literario, “imprescindible para conocer y comprender la Revolución Mexicana”, que rescató en fecha reciente, para ponerlo al alcance de las nuevas generaciones.

Se trata de La Ciudadela quedó atrás, una de las últimas obras narrativas de Francisco L. Urquizo (1891-1969), publicada cuatro años antes de su muerte y editada por la DGP en 2009, en su colección Summa mexicana, con prólogo de Elías Salas Westphal.

Originario de Torreón Coahuila, Francisco Luis Urquizo Benavides se unió a las filas del Ejercito Libertador en 1911, en el movimiento contra la reelección de Porfirio Díaz; después de algunas batallas en Durango alcanzó el grado de capitán de la guardia rural y en diciembre de 1911, con recomendaciones de la familia Madero, se integró al ejército federal como subteniente de caballería auxiliar en el Escuadrón de Guardias de la Presidencia en la Ciudad de México.

Luego de la Decena Trágica, solicitó su baja del ejército federal y se incorporó al Ejército Constitucionalista, comandado por Venustiano Carranza. Urquizo fue objeto de los más altos honores militares y también probó, en distintas épocas y circunstancias, el polvo de la derrota.

Debido a la persecución política, tras el asesinato de Venustiano Carranza, se autoexilio en Europa. Cuando regresó a México estuvo proscrito del ejército más de 10 años, durante los cuales se ganó la vida como burócrata de la Secretaría de Hacienda en puestos de mediana importancia. Lázaro Cárdenas lo reincorporó al ejército y llegó a ser Secretario de la Defensa durante el sexenio de Manuel Ávila Camacho. La Ciudadela quedó atrás está disponible en la red de librerías Educal de todo el país.

 

Acerca de Juan Carlos Machorro

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