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Analizan a los devoradores de bacterias como control biológico

Los microorganismos patógenos están presentes en la vida cotidiana, ejemplo de ello es que en un gramo de tierra puede haber hasta 40 millones de células bacterianas y su diversidad es tal, que se dice que 90 por ciento de las bacterias existentes no ha sido descrito. En la actualidad, estos organismos unicelulares están convirtiéndose en una amenaza para el ser humano debido a que se han hecho resistentes a los antibióticos.

Ejemplo de ello es el Staphylococcus aureus, una bacteria que, aunque es parte de la microbiota de un humano, bajo ciertas circunstancias infecta la piel provocando abscesos, además puede viajar al torrente sanguíneo e infectar cualquier parte del organismo. Gran cantidad de sus cepas ha desarrollado resistencia a los antibióticos, por lo que una alternativa para combatirla puede encontrarse en un virus.

Por esta razón, científicos del Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo (CIAD) ubicado en el estado de Sinaloa, al norte en el pacifico mexicano, trabajan en el control biológico de microorganismos que provocan enfermedades a los humanos, a través del uso de bacteriófagos (comedores de bacterias).

La doctora Nohelia Castro del Campo, adscrita a la unidad Culiacán, es la responsable de esta línea de investigación que tiene en la mira bacterias como Escherichia coli (E. coli), Salmonella, Listeria monocytogenes, Staphylococcus aureus y Campylobacter.

Desde hace siete años estudia a los bacteriófagos, al principio lo hizo con el enfoque de aislar fagos con características ideales para combatir aquellos patógenos asociados al consumo de frutas y hortalizas; a la fecha, analiza el potencial alérgico y el impacto a la microbiota del humano.

Este proyecto corre bajo el financiamiento de la Fundación Produce Sinaloa, y que ha logrado aislar y seleccionar bacteriófagos, es decir, virus con la cualidad de infectar, de multiplicarse en el interior de las bacterias y de lisarlas, como una alternativa a los métodos de control microbiano tradicionalmente usados, esto tras llevar a cabo otros proyectos de investigación en donde se evidenciaba cada vez más claro un aumento de la resistencia bacteriana a los antimicrobianos.

Detalló que “los virus han sido aislados del ambiente en el que naturalmente se encuentran, es decir, de agua de río y de canal, también muestras de heces de diferentes tipos de ganado como el bovino y equino, así como de aves de corral; hemos recolectado muestras de heces, ya que las bacterias que buscamos controlar residen en el tracto gastrointestinal de ciertos animales; por ende, si estas bacterias, la presa, se encuentran en el tracto gastrointestinal, ahí mismo vamos a encontrar al depredador, es decir, al bacteriófago”.

Los bacteriófagos están presentes en todos los ecosistemas. Se estima que en cada gramo de suelo puede haber unos 100 millones de fagos y que en un milímetro de agua de mar podría haber hasta un millón, lo que representa que por cada célula que hay en la Tierra hay por lo menos 10 fagos.

Se dice que deben existir cerca de 10 millones de “especies” diferentes de estos agentes biológicos, los cuales miden entre 20 y 200 nanómetros y cuya estructura es simple: una cápside de proteínas que guarda su material genético. Cada “especie” de fago infecta exclusivamente a una especie bacteriana, describe el doctor Miguel Ángel Cevallos, investigador del Centro de Ciencias Genómicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en el artículo «Virus contra bacterias, renovada esperanza para tratar infecciones».

Estos microorganismos tienen importantes ventajas con respecto a otros tratamientos biológicos, una de ellas es que pueden actuar de forma específica contra la bacteria de interés, son seguros en aplicaciones clínicas y pueden adaptarse rápidamente a los mecanismos de resistencia de la bacteria, señala el doctor Juan Ramón Ibarra Rodríguez, investigador del CIAD.

Estas características han atraído el interés de la comunidad científica, por lo que los investigadores del CIAD estudian que dichos virus no afecten a los seres humanos, pues aunque la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) los reconozca como seguros, es preciso verificar que estos agentes o sus componentes no ponen en riesgo la salud de las personas, ya sea del tipo alergénico como de impacto a la microbiota intestinal (bacterias benéficas).

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